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24 de septiembre de 2012

Para no quedarse encerrado en ese laberinto (nuestra mente)


Una vez escuche decir a alguien que el rock tiene “varias aristas”. Si uno se pone a analizar la frase en algún punto es cierto. Distintos lugares, dentro de un mismo cuerpo (llámese genero, llámese rock) donde se encuentran dos “caras” de este cuerpo. Esas “caras” o regiones o espacios, es donde “habitan” los distintos artistas, para encontrarse en determinados puntos (o serie de puntos, si se quiere un término mas especifico) en común. Puntos en común, no quiere decir que sean lo mismo. Esos puntos en común pueden estar en el mensaje a trasmitir, en el género, en la manera de ver la sociedad, o interpretarla o tal vez, simplemente, en la manera de hacer música. Pero cada tanto pasa, que nace algo nuevo. Un nuevo punto, partir del cual luego se empiezan a formar esas aristas. Y a veces puede que empiece como algo muy chico, y de a poco vaya creciendo.
Acá en la ciudad de Santa Fe, un grupo de amigos empezó a hacer algo nuevo hace un tiempo. Algo distinto a lo que se venía escuchando, dentro del rock local (y hasta me animaría a decir dentro del rock nacional). Infusión Kamachui. Un nombre un tanto excéntrico, pero no es lo que analizamos en este blog.
Allá por el 2005, Pablo “Pif” Ferreira (Voz), Esteban Lagger (Guitarra y Coros), Iván Wolkovicz (Bajo) y Luciano Dato (Batería) comenzaron a gestar este proyecto. Una combinación de sonidos es lo que caracteriza esta banda con un EP y un disco recién salido del horno. Cada canción suena distinta a las otras. Se puede escuchar folclore pero con la fuerza del heavy metal, alguna una melodía progresiva, y también alguna base bien bluesera, todo hilvanado con la energía rockera que los caracteriza.


Caracterizarse. Algo que también habla de la identidad de una banda. Algo que las destaca de las demás, y que hace que ciertos desprevenidos empiecen a ver (o escuchar) lo que está pasando. Esta banda tiene un ADN característico. En todas sus presentaciones, uno puede disfrutar no solo de su música sino también de un espectáculo visual. Aparecen con pantalones negros y con pinturas en el cuerpo y la cara, que podrían recordarnos las pinturas de antiguas civilizaciones aborígenes.
En 2008 grabarían sus primeras canciones en el EP “Don Gregorio Sessions” donde se empezaría a escuchar lo que luego pasaría a ser un sello de la banda.
Con Equinoccio I (2012) logran un sonido mucho mas prolijo. Donde se escuchan buenas bases: una batería que podría recordad a los grupos progresivos de los 70 y un bajo muy bien marcado y hasta acompañando la melodía en algunas ocasiones, buenas guitarras: con efectos claros y distorsiones acertadas, y una voz que puede sonar aguerrida pero que también puede llegar a notas altas, creando así los distintos climas por donde transita el disco.
Que sean consagrados como ganadores de la Bienal de Arte Joven 2012 en la ciudad de Santa Fe, puede que no signifique nada para algunos, pero puede que para muchos otros, incluidos ellos, sí. Un reconocimiento a apenas 7 años de su formación, dice algo.

Una banda que quiere trasmitir su arte, para que podamos saltar, gritar, alegrarnos y escuchar esta (in)fusión de sonidos. Un “rock fusión” que está emergiendo en la ciudad.

Al caer - Infusión Kamachui