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11 de marzo de 2018

Unos pibes mirando y cantando


Las canciones estuvieron en todos los momentos históricos de la humanidad. Y muchas veces reflejaron esos momentos. Guerras, revoluciones, batallas, luchas. Canciones como forma de aliento, como una manera de cantar contra de ese enemigo al que se enfrentaban. Canciones que surgían de algún cantor con nombre propio, y muchas veces en forma anónima. Que se trasmitían de generación en generación. Canciones que no sonaban en la radio ni en estadios, pero que estaban presentes. Nunca pasaban de moda y su mensaje seguía existiendo.
Un grupo de músicos que venían de tocar en diferentes bandas, como Los Jacqueline Trash, I Suck y Tinayres, se juntan allá por el año 2008 con la idea de interpretar algunas canciones nuevas con un estilo, más cercano al folk y alguna que otra dosis de rockabily, pero también con tintes de canción popular. Y combinando una serie de instrumentos de los más variados. El Violinista del Amor y Los Pibes Que Miraban. Con una formación actual que incluye a Nicolás Esperante (voz, trompeta, banjo, guitarras y ukelele), Nicolás Valdés (acordeón, mandolina, guitarras, y coros), Eduardo Renzi (batería, percusión y coros), Pablo Maillie (bajo, saxo tenor y coros) y Nicolás Galván (Saxo soprano, alto y flauta).
En 2009 editan un primer disco homónimo. Canciones de su autoría, una versión de Leonardo Favio (“Ella ya me olvido”) y una de Leo Dan (“Mary es mi amor”). El disco transita entre la fogonera “Canción para mi cabeza”, la sombría “Clave” y los slides de “Histérico”.


Luego de un EP titulado "A la pileta con el violinista del amor & los pibes que miraban" (2010) con versiones de canciones desde Roberto Carlos a Armando Manzanero, llegaría Saltando de alegría (2011). Desde la melancólica “Saltando de alegría” a las más rápida “Jugando a adorar” (“Si un filo en el cuello ya te hace dudar, no sé por qué empezaste a pedir ejemplos y a ofrecer piedad”). Pasando por la más optimista “El regreso del fantasma”, con su rasguido acelerado (“…ruego a Dios que cada vez que suene una base sea una de esas melodías que hacen mover, que hacen bailar y creer que un buen final es un final feliz…”). “En el pozo María Luisa”, es una canción tradicional española, con un mensaje combativo y que anticiparía lo que vendría en los próximos discos.
“Dedicado a los mártires que lucharon y perdieron, y a los no menos héroes que se animan a enfrentar a sus fantasmas” es el prólogo de Contra los fantasmas (2013). Una recopilación de canciones tradicionales de aquí allá y todas partes. Combativas y agitadoras. Pero versionadas de manera impecable, dando su sello personal.
Así, clásicos antifascistas como "Bella Ciao" o "La Internacional" que representa al movimiento obrero, “Paloma de la Paz” del cantante de protesta español José Antonio Julio Onésimo Sánchez Ferlosio, “A las barricadas” (con intro de acordeón), la francesa “La mala reputación” (en este caso en la versión española de Paco Ibáñez), se trasforman en rancheras, valses, y ese sonido folk siempre presente.
En 2015 vuelven a las canciones propias con “El ruido y la culpa: Una opereta lastimera”. Abriendo con el vals “La sentencia” pero también y a medida que el disco avanza aparecen la más veloz “Pasado y presente” con su acordeón bien marcado (“Tampoco zafan los cantantes de protesta, abanderados del sarcasmo popular, lavando culpas, criticando a todo el mundo, garroneando Cuba Libres…”) y la ranchera “Mis margaritas”.
La variedad de instrumentos que los caracteriza acá se ve reflejada en los violines de “Me voy a morir igual” y el banjo bien marcado de “Caras conocidas” o el riff pegadizo en “Me cago en el barco que me trajo”.
Contra los fantasmas: Volumen 2 (2017). Segunda parte de aquel disco en el cual dejaron registro de muchos de aquellos himnos y canciones revolucionarias. En esta oportunidad hay canciones como “Tururururu” (Adaptación de La tía vinagre, de finales de los cincuenta contra la dictadura franquista. Y grabada entre otros por Víctor Jara) “Canción del frente popular” (compuesta en épocas del auge del nazismo en Alemania) o “Los reyes de la baraja” (Canción del poema de Lorca).
Los rasgueos. Las percusiones. Ese estilo bien fogonero. Que invita a sumarse. Las voces y los gritos, Dispuesta a hacerse escuchar. Los vientos y el sonido bien característico del acordeón. Las melodías que invitan al baile. Y las letras a la reflexión. Siempre con una impronta propia.

"Pasado y presente" - El Violinista del Amor Y Los Pibes Que Miraban