Plantarse arriba de un escenario.
Con una canción. O canciones. Artistas que escapan a las etiquetas. Que se
dejan llevar por la música. Y dicen (con sus canciones) lo que sienten en el
momento. Esa heterogeneidad es lo que los hace diferentes. No quedarse en la
comodidad. Buscar nuevos desafíos todo el tiempo.
En este blog, ya hablé de
Marilina Bertoldi. Hicimos un comentario, en donde hacíamos referencia a su parte
más rockera en los proyectos con banda. Hablamos de esos primeros discos
solistas, más acústicos y minimalistas y del último, hasta ese momento, “Sexo
con Modelos” (véase: http://enlascupulasdeunacancion.blogspot.com/2016/12/presencia-en-el-aire.html ).
Un proceso de reinvención. Casi
igual, que el de su nuevo disco, que tuvo que grabar dos veces. Arrancar desde
0. Borrar y empezar de nuevo. “Prender un fuego” (2018). Así se llama lo nuevo
de Marilina. Quizás su disco más experimental a la fecha.
Marilina es una artista que canta,
pero también dice. Con mensajes bien claros. Se muestra tal cual es, como no esperando
una aceptación por parte de un gran público. Hace lo que le gusta. Lo que
quiere y como quiere. Porque con la música, se puede decir también.
Arremete con tanta fuerza con pablaras y ritmos que uno los siente. Lo chocan. Lo dejan descolocado. Pero finalmente lo cautivan. Lo invitan al movimiento.
Arremete con tanta fuerza con pablaras y ritmos que uno los siente. Lo chocan. Lo dejan descolocado. Pero finalmente lo cautivan. Lo invitan al movimiento.
Marilina escupe sus palabras. Le
canta a esa otra persona. Se lo dice en la cara. Que lo sienta. Diciendo que
active en “O no?” (¿Qué pasó? ¿Se te
hizo muy tarde o no?/Sacá el freno de mano o te lo quito yo). Pero también susurrando:
“Canto todo lo que creo cantando/Que es nada más que convencernos de lo que
pensamos/Y si no hay amor, que no haya ni un carajo” en “Correte”, con pelea telefónica de por medio y las voces mezclándose
en el final.
Canciones que hablan de amor, de
rupturas, desencuentros, reclamos, despedidas. También pidiendo a gritos la vuelta de
alguien en “Tito volvé” (Se hacen los
capos mirando tan distantes/ Pero a las bombas te las tiran atrás).
El disco va desde el arranque
tranquilo y la posterior explosión de baterías de “Intervalo”, al ritmo contagioso de “Fumar de día”. Ese funk con las baterías casi al frente, y esa voz
que va llevando la melodía. Pasando por
la melodía escurridiza, más lenta de “Nunca”
y la más relajada y delicada “Remis”.
Muchas percusiones. Ritmo.
Electrónica. Funk. Se nota un excelente trabajo de producción de su parte. Donde
deja que las canciones se dejen llevar. Y ahí está la actitud rock. No buscar
la perfección en cada segundo de la canción. Simplemente que suenen. Es un
disco para ponerse a escuchar y dejarse llevar. Como se la puede ver a ella, en
el reciente video de “Fumar de día”, donde
baila sola en su casa.
Marilina pasa a ser una figura
fuerte en la movida musical actual. Con sus canciones, su actitud arriba del
escenario, sus letras, los cambios emocionales que expresa con su voz. Con todo
lo que tiene para mostrarnos y decirnos.
Ecléctica. Movediza. Tal como se
muestra en el escenario. Con desfachatez. Marilina canta. El que quiere,
escucha. Ahora, si yo fuera vos, me pondría ya a escucharla.
Fumar de día - Marilina Bertoldi
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